Las fiestas de agosto, en honor de la Virgen de Valsordo, patrona de Cebreros, últimamente se vienen celebrando entre los días 13 y 17.
Para ello se sube a la imagen de la Virgen el último sábado del mes de julio, en andas y cantando el rosario, desde la ermita de Valsordo hasta la parroquia, donde permanecerá hasta el primer domingo de septiembre.
Las fiestas comienzan con una ofrenda floral a la Virgen en la parroquia, por la tarde, y por la noche con el encendido de la traca a lo largo de la Avenida de la Constitución. Con numeroso público que se acerca estos días al pueblo, tanto cebrereños que pasan sus vacaciones como los visitantes de la capital y de los pueblos limítrofes, creando un buen ambiente y un buen rollo. Un poco más tarde, en la plaza comienza la verbena, con orquesta, hasta altas horas de la madrugada.
La banda municipal recorre algunas de las calles, antes de los encierros, animando las fiestas con sus pasacalles.
A las ocho de la mañana, con el aviso de tres cohetes, se da suelta a los novillos, que se lidiarán por la tarde, junto con algunos mansos y varias vaquillas bravas, que recorriendo las calles, cerradas con talanqueras, al estilo de San Fermín, se llega hasta la plaza de toros, y que una vez allí, después que la gente ve el ganado, son conducidos a los corrales de la plaza, separando los novillos, que serán sorteados y metidos en sus toriles, de los mansos y de las vaquillas, a las que soltarán para que correteen por la plaza y las calles.
Novilleros punteros en el escalafón serán encargados de lidiar la corrida. Uno de los días de la fiesta está dedicada al rejoneo. Otro día se celebra el concurso de recortes, que cada año está tomando más auge, donde vienen los campeones de casi toda España sin desmerecer a los mozos de la localidad.
El día 15, es el día más importante de las fiestas. Finalizado ya el encierro, y sobre las doce de la mañana se saca a la imagen de la Virgen, engalanada, en procesión por algunas de las calles del pueblo al compás de los acordes de la banda de música, la comitiva está formada por el cura párroco con las autoridades del pueblo, los cofrades, personal de las amas de casa ataviadas con mantilla y peineta, y personas que acompañan a la imagen. Llegada la imagen a la puerta de la iglesia tiene la subasta de los banzos, puja monetaria que la gente hace para tener el honor de meter la imagen en la iglesia, en este caso son cuatro banzos mayores y otros cuatro menores. Terminada la procesión comienza la Santa Misa Solemne a cargo del párroco y varios curas del pueblo y localidades cercanas, la coral tiene hoy un protagonismo especial. Terminada la misa los cofrades se reúnen en el Cabildo, donde tienen un ágape.
La Peña de los Cebrereños, ataviados con su uniforme habitual blanco y con el pañuelo verde atado al cuello, tiene un protagonismo especial en estas fiestas, se encargan de la suelta del ganado, la entrada en los corrales y el sacrificio de las vaquillas, la suelta de” la vaquilla de los dos mil duros, la vaquilla del aguardiente o la del refresco, o los encierros infantiles “. Al ritmo de su charanga amenizan las terrazas y las calles cuando pasan. Una noche organizan la cucaña y el estira de la soga, al mismo tiempo ofrecen a todas las personas que quieran degustar los bollos de la tierra con la limonada fresquita hecha por ellos.
Por las noches, en la plaza, remodelada en el año 2003 , se pueden bailar ritmos modernos y no tan modernos, amenizados por las orquestas contratadas por el ayuntamiento. El ambiente es distendido y coloquial.
Varias atracciones nos visitan cada año, tómbolas, casetas de feria sin que falten los puestos de los churros con el chocolate, las golosinas, puestos de juguetes, las salchichas con patatas y hamburguesas que hacen que la noche sea más llevadera para los de fuera.
No sólo las fiestas se componen de toros y baile. Una variedad de campeonatos deportivos se realizan en estas fechas estivales, exposiciones no faltan en los salones de la Caja de Ávila.
Finalizado el último día de la fiesta, en el campo de fútbol, en El Mancho, a las diez de la noche, con un bonito castillo de fuegos artificiales dan por terminadas las fiestas de agosto.
En breves pinceladas describiré cómo se hacían los encierros antiguamente. Los ganaderos mandaban a los mayorales y vaqueros con el ganado hasta el Prado de los Toros, lugar en el que hoy está construida la urbanización del mismo nombre y está en la carretera de subida a Arrebatacapas, allí se apartaban los toros que ese día iba a tener su encierro para luego ser toreados; bajaban por el Valle hacia el Puerto y desde allí a la plaza. Más de una vez se escapaban los toros al carecer las calles de talanqueras y tenían que ir a por ellos con maromas a caballo para llevarlos a la plaza.
Por la noche abría el cabildo y tocaba una orquesta y el baile de Pirulina, que también allí se lo pasaba uno en grande.
No faltaban los típicos vendedores de las milhojas y barquillos; las rifas y las tómbolas, los puestos de tostones, saladillas y garrapiñadas, las casetas con escopetas de perdigones y la diana, las barcas, y las rifas de la ristra de chorizos.
En el preámbulo de las fiestas no podía faltar el día 25 de julio, Santiago Apóstol, patrón de Cebreros. Un día grande de fiesta en el que tanto los mozos como las mozas estrenaban los trajes y vestidos que se iban a poner en las fiestas de agosto. Después de la Misa Mayor y de la procesión de la imagen del santo por algunas de las calles del pueblo, se celebraba en los salones del ayuntamiento “ la subasta de las mulillas “ donde se pujaba por la adjudicación del arrastre de los toros por las mulillas desde la plaza de toros hasta el desolladero, que estaba en la tapia de la cárcel, lo que es ahora el hogar del jubilado, frente al cabildo. Los mulilleros se ataviaban con uniforme blanco y pañuelo rojo al cuello y una visera roja. Las mulas llevaban orejones de colores y adornados los collerones con banderitas pinchadas. El ayuntamiento les obsequiaba con unos cuantos quilos de carne con la que preparaban buenas merendolas.
No conocemos a ciencia cierta cuando empezaron los toros, casi siempre estaban relacionadas con acontecimientos y fiestas litúrgicas. En Ávila se conocieron desde los umbrales del siglo XI, con ocasiones de ordenamientos sacerdotales, que refieren las crónicas o con motivos de bodas o de exaltaciones religiosas. Cualquier motivo o celebración derivaba en tauromaquia. Puede decirse que la fiesta de los toros se institucionaliza.
En el manuscrito “Crónica de Ávila “ contiene noticias de haberse corrido toros.
Y por lógica se entiende que en los pueblos y poblaciones cercanas se irían trasmitiendo las costumbres.
Francisco Prieto García